La Iglesia parroquial es una obra barroca del siglo XVII, de mampostería, con tres naves, cubiertas con bóveda de medio cañón con lunetos, salvo la capilla mayor, que tiene bóveda vaída. Las bóvedas se decoraron con esgrafiado. Tiene torre a los pies en el lado de la Epístola, con cuatro cuerpos de mampostería y ladrillo.
Presbiterio: retablo neobarroco de la posguerra, realizado por los Navarro de Zaragoza. El sagrario de metal es de la misma época y procede del taller zaragozano de la Casa Belloso.
Desmantelada en 1936. imágenes modernas de la Virgen de Fátima, Eccehomo, santa Bárbara, Virgen del Pilar, San Antonio, Ángel de la Guarda, Virgen del Rosario, la Dolorosa, San José, Virgen Milagrosa, San Abdón y Senén...
Pinturas murales de la Coronación de la Virgen y de la Asunción en los laterales del altar mayor, los evangelistas en la cúpula y medallones en el techo.
No hay datos en el archivo parroquial de su fundación. Los primeros datos sacramentales son de 1580. Ese año hay dos bodas, 10 bautismos y 8 defunciones.
Villa situada en la cabecera del río Martín.
Habitantes:
3288. (el 30-4-2001)Altitud: 978 metros sobre el nivel del mar.
Dista de Teruel 76 kilómetros.
Gentilicio: utrillano.
Utrillas
tenía
450
habitantes
en 1882,
476
en 1889, 494 en 1893 (242 varones y 252
mujeres) en 1900, 2178 en 1950, 4573 en el 81, 3723 en el 91 y 3548
en el 95. Tiene una superficie de 39, 9 Km2
“Utrillas
queda arriba, sobre la margen derecha del río Martín, casi recién nacido aún.
Sitúa sus edificios entre montañas negras, aunque muchas disimulan su interior
arropándose en aromáticos tomillos, sembrando de gris la arcilla, La
barranquera se trueca en arroyo y las casas se reparten a uno y otro lado, con
la carretera de por medio, en dirección a Escucha. Más arriba aún se dibuja
encrespada la sierra de San Just. El río Mena y el río Moral no llegan a ser ríos
enteramente. Tan sólo el Martín, que discurre hacia Montalbán para encañonarse
entre impresionantes roquedales, merece ese calificativo superior.
Utrillas
es la cabecera de la cuenca minera, la capitalidad. Pero la cuenca propiamente
dicha está formada por los
municipios de Aliaga, Cañizar del Olivar, Castel de Cabra, Cuevas de Almudén,
Escucha, F'uenferrada, Hinojosa de Jarque, Jarque de la Val, Martín del Río,
Mezquita de Jarque, Montalbán, Palomar de Arroyos, Segura de Baños , Torre
las Arcas, Villanueva del Rebollar, Vivel del Río y La Zoma. Varias de estas
localidades arrastran, sin embargo, una vida lánguida, integran la cuenca
minera, pero apenas participan de la riqueza alumbrada por la tierra. El paisaje
cambia bruscamente con sólo cubrir la escasa distancia que separa a Montalbán
de Utrillas. La ribera cede SU lugar a la montaña, madre
del lignito. Se dijo siempre que aquí se extraía el mejor lignito de España
en calorías, capaz de pisarle los talones a la antracita y la hulla.
La
tradición minera es muy antigua, pues los lignitos de Utrillas eran ya
conocidos por los romanos. En el siglo XI, la principal riqueza de la zona era
el azabache. Existe constancia documental del año 1067, en que se procedía a
extraer el azabache a flor de tierra, dentro del mismo término municipal.
Monumento al minero en la Plaza del Ayuntamiento
Lo guardaban en las mazmorras del castillo,
hasta que venían a recogerlo los mercaderes de Vinaroz , para venderlo
posteriormente a los marinos genoveses. El azabache de Utrillas sirvió, en
aquella época, para la fabricación de adornos y botones, y cuentan que era de
los más apreciados.
Del
castillo poco o nada queda en la actualidad, puesto que fue convertido en
viviendas, Figura en el escudo heráldico de la villa. Por entonces, Utrillas
era un lugar tranquilo, bucólico, escasamente poblado, dada la crudeza del
clima, a 978 metros sobre el nivel del mar. En invierno se está bajo cero buen
número de días, en tanto que en verano se pasa con facilidad de los treinta
grados y hasta es posible aproximarse a los cuarenta. La riqueza inicial, al
margen del azabache se fundamentaba en la agricultura y la ganadería; unos
pocos huertos familiares, el secano y los consabidos rebaños de cabras y
ovejas. A buen seguro que los habitantes de entonces estaban muy lejos de
sospechar el futuro que aguardaba la cuenca, y que en el transcurso de un solo
siglo llegaría a quintuplicarse la población. Las minas de lignito abrieron
nuevas perspectivas a la economía de la zona.
Parece más que
justificado que la capitalidad de una cuenca minera de tal categoría decidiera
ponerse bajo la advocación de Santa Bárbara, la santa patrona. Este patronazgo
fue confirmado por bula del Papa Alejandro VI, en el siglo XV. Se tienen
noticias posteriores de una cofradía dedicada a la mencionada advocación
mariana.
En
el siglo XVII la cofradía de
"Santa Bárbara guardaba en el coro de la iglesia parroquial una vajilla de
cerámica levantina para ochenta comensales, que sólo se utilizaba un día al año, el 4 de
diciembre, festividad de la santa, cuando los cofrades celebraban el tradicional
banquete de hermandad. Las ausencias eran sancionadas con dos sueldos o
jornadas.
En
la actualidad, el culto a Santa Bárbara prácticamente ha desaparecido al
cerrarse las minas, aunque la motivación sea siempre la misma: honrar a la
santa patrona de los mineros, barreneros y picadores.
Es de
señalar que por la misma época en que Alejandro VI -el Papa Borgia-
concedió la bula anteriormente citada, en Utrillas se respiraba un ambiente de
gran fervor religioso, dado que la villa contaba con un convento de benedictinos
en la zona de Viñuela. La referencia del mismo aparece ya en 1470. Los
religiosos benedictinos vivían de la fabricación de licores, y se cuenta que
la comunidad disponía de agua corriente en sus instalaciones, que tomaba del río
Moral a más de dos kilómetros de distancia del convento, y conducía el caudal
con tejas curvas.
Parece
oportuno recordar, al aire del ayer, algunos datos históricos, anteriores a
cuanto ha sido relatado. La villa estuvo en poder de los caballeros de Santiago
a partir de 1161, por disposición expresa de Ramón Berenguer IV, el cual
encomendó a los caballeros de la espada la defensa de Utrillas contra la
avanzadilla de los árabes. Del hecho histórico quedó constancia en el escudo
heráldico, así como de su incorporación a la Corona de Aragón por el rey
Fernando el Católico.
Foto antigua de la Plaza
El
escudo de Utrillas, cuyo uso fue autorizado al Ayuntamiento con fecha 14 de
mayo de 1971, es medio partido y cortado, con un primer cuartel de azur, un
segundo de plata, con la cruz de Santiago de gules, y el tercero de oro, con los
cuatro palos o bastones de gules de Aragón. Este escudo rinde culto a la
historia, a partir del castillo cuyas mazmorras fueron utilizadas para almacenar el
azabache; recuerda después la presencia de los caballeros de Santiago y,
finalmente, su incorporación a la Corona aragonesa, que la tiene, además, por
timbre. La influencia de Montalbán, cabecera de comarca, fue notable a lo largo
de los siglos.
Cambió el ambiente de la villa y hasta cambió su fisonomía, y hasta el paisaje, con la explotación de los lignitos. Se inició así una nueva etapa.
Con
anterioridad -señalan los vecinos estudiosos de su pueblo- hubo fábricas de
cristal en las zonas Oeste,
Tapón
y Fuente del Mocho. Aún quedan ruinas de las dos últimas, como testimonio de
aquel pasado industrial.
Uno
piensa en la industria artesana de la época. En la mina Sur, situada en el
cabezo del Arenal, cabe apreciar aún la antigua cantera de arena, de ahí el
bautismo dado al cabezo, que se empleaba para fabricar el cristal.
¿Cuándo
se tiene noticia que empezó la extracción de carbón?
La
extracción a gran escala empezó a partir de 1700 y ello produjo la mayor
riqueza de la villa.
Transcurrirían
muchos años aún hasta que se llevó a cabo la explotación de forma técnica y
mecanizada. Tal innovación se debió a una empresa zaragozana, dirigida por los Baselga, que en 1876 introdujo los sistemas más modernos y abrió nuevos pozos
y galerías. En 1900 construyó el ferrocarril Utrillas, Zaragoza, para
facilitar el transporte del minera. ¿Quién no recuerda el simpático y
rozagante ferrocarril que subía las cuestas resoplando? Desapareció hace años
y al poco arrancaron los raíles. Ahora sólo queda la huella de su trazado,
puentes y estaciones semiderruidas.
El caso es que los lignitos se quedan allí, para ser quemados en la
central térmica de Escucha. El hecho de ostentar la capitalidad minera de la
cuenca ha servido para convertir la antigua villa en un constante hervidero
humano de todas las procedencias. Uno ha visto pasear por sus calles a gentes
con tan pintorescos atuendos orientales, desde paquistaníes a negros del Gabón.
Foto antigua del pueblo
Los
setecientos habitantes que registraba el censo de principios de siglo llegaron a
convertirse en cuatro mil quinientos, y se da la circunstancia de que sólo la
mitad escasa pueden considerarse naturales del lugar, nacidos allí. Cerca del
veinticinco por ciento proceden de Andalucía. La minería absorbía, como es lógico,
la mayor parte de mano de obra, con casi un millar de obreros, aunque la cifra
varía según la época y las
crisis.
El
espectacular crecimiento de la población ha servido también para impulsar el
desarrollo de la industria y el comercio.
El casco urbano del pueblo no ha perdido encanto, ya
que mantiene su estructura primitiva. Las nuevas edificaciones se han salido
fuera, a orillas de la carretera, en dirección a Escucha. Son nuevas
barriadas uniformes.
Existen zonas ajardinadas. La piedra campea en las fachadas
de los edificios y en los soportales, arcos de medio punto que confieren al
lugar un atractivo especial.
El nomenclátor callejero rinde culto a los nombres
de Aragón, Huesca, Teruel y Zaragoza, a Andalucía, Galicia y Toledo. Hay
varias plazas: del Ayuntamiento, de la iglesia, de España, de Cervantes. Y un Arrabal Alto. Y una
calle de Escucha. Y una avenida de Valencia. Tampoco faltan las denominaciones
autóctonas, como Minas, la Fuente, la Tejería, la Ronda, el Cabezuelo, el
Horno y los Casales. Para ensanchar más los límites geográficos ‑al
menos, con la imaginación, ni siquiera falta la plaza de América. Luego se ha
honrado a ilustres personajes aragoneses, como Joaquín Costa, los Argensola,
los Baselga...Hasta Juan XXIII tiene su calle.
La piedras armeras ponen su sello de nobleza en algunos
edificios donde residieron los infanzones.
Existe un ayer con su raíz profunda, más aún que
la del carbón y el azabache, e importa que no se olvide para no perder las señas
de identidad.
En Utrillas nació el matador de toros justo Benítez,
y ello fue motivo suficiente para que la afición taurina calara hondo en la
populosa localidad minera, hasta el punto de construir una bonita plaza de
toros, en la que se dan importantes festejos todos los años.”
(Fuente
de la historia del pueblo: enciclopedia Aragón pueblo a pueblo de Ediciones
Aguaviva)